Buenos días! El día de hoy prometía ser muy guay porque por fin haríamos ¡surf en el Cantábrico! En realidad da igual dónde porque yo no tengo ni idea de hacer surf; este plan fue cosa de mi chico. Esta vez madrugamos porque teníamos que estar en el surfcamp a las 9 de la mañana y llegamos los primeros así que no hubo problema de aparcar.
Hizo un sol buenísimo para meterse al mar. La escuela de surf estaba en un camping donde se respiraba buen rollo y donde nos hubiera gustado alojarnos (aunque no era mejor que nuestra posada). Allí nos juntamos con el resto del grupo, nos pusimos el neopreno y cogimos las tablas adecuadas a nuestro tamaño. Después nos llevaron en una furgoneta reventada y maloliente al parking de la playa donde había otras tantas furgocampers haciendo su vida y allí nos bajamos para ir a la playa.
La playa a la que fuimos es enorme y preciosa; no exagero si digo que es de las más bonitas que he visto nunca. Cuando empezamos con las indicaciones básicas en la arena para hacer surf yo aun seguía con la boca abierta mirando a mi alrededor, aquella playa tan hermosa. Después tocó entrar al agua y no estaba tan fría como yo esperaba para ser el Cantábrico (es lo que tenemos lxs del Mediterráneo, que nos quejamos de to!). Además estaba muy, muy limpia y no se si sería casualidad que el mar estaba tranquilo o que allí el agua es así.
Y llegó la hora de la verdad, de nadar y luchar contra la corriente durante un laaargo rato ¿qué es eso de coger una ola? si yo me dediqué a nadar cotracorriente como una trucha... y esa fue mi conclusión: pagué mi clase de surf para luchar contra las corrientes... :( pero menos mal que no fue así toda la mañana. Al final conseguí coger mi primera ola, y la segunda! y entonces aquello empezó a molar mucho y poco después se acabó la clase. Me quejo mucho pero no me lo tengáis en cuenta; la experiencia fue muy chula y mi chico disfrutó muchísimo.
Al terminar la clase la sensación fue de querer repetir al día siguiente, pero teníamos otros planes en la ruta. Volvimos al surfcamp donde teníamos las mochilas con la ropa, nos duchamos en las duchas del camping y nos quedamos en el barecillo a descansar un rato y tomarnos un café antes de comer (cerveza no que teníamos que conducir!). No pude hacer fotos porque durante las clases tuvimos que dejar los aparatos en las taquillas.
Aparecieron unas nubes negras que cubrieron el solazo de esa mañana. Nosotrxs llegamos a San Vicente de la Barquera a medio día y la carretera de acceso estaba colapsada. El atasco empezaba antes de cruzar el Puente de la Maza y con mucha paciencia fuimos avanzando poco a poco y "disfrutando" el paisaje de la ría que la verdad es precioso.
Al entrar en el pueblo empezó a llover y seguían los atascos por todas las calles. Los aparcamientos gratuitos por supuesto estaban completos y antes de perder la paciencia optamos por dejar el coche en un parking de pago. Además era la hora de comer y teníamos que poner el huevo en algún sitio ¡y no sería por restaurantes! la Avenida de los Soportales estaba abarrotada de terrazas, bares y restaurantes pero todos hasta arriba de gente comiendo arroces de marisco o mariscadas directamente. Había lista de espera para cualquier lugar y se nos complicaba la comida.
Al final nos pusimos a patear bajo la lluvia buscando una mesa y terminamos en un bar de una placita donde por suerte nos pudieron atender en la barra y después conseguimos una mesa. Tomamos unas rabas de calamar y unas patatas bravas. Al terminar de comer también tuvimos la suerte que al salir la lluvia había cesado y nos dio una tregua para patear por por el pueblo. Subimos a la iglesia y su mirador con unas vistas espectaculares que nos dejaron con la boca abierta. El cielo gris y la lluvia sobre la ría y esas colinas verdes eran una postal mágica, de esas que me encantan.
Caminamos hasta el Castillo de San Vicente y luego empezó a llover de nuevo, bajamos a tomar un café al lado del puerto y poco más pudimos hacer. Debo confesar que los camareros del bar donde nos sentamos eran bastante indeseables y desagradables. Los vimos hacer cosas bastante asquerosas para estar en medio de la terraza, pero bueno, lo dejo como anécdota y espero no volver a ese bar nunca. Nos hubiera gustado aprovechar más en este pueblo pero también queríamos ir a visitar unas playas de la Costa Quebrada que llevaba apuntadas en la ruta así que no nos dio tiempo a más. Cogimos el coche y pusimos rumbo a una de las playas más bonitas de Cantabria: la playa de Somocuevas, cerca de Santander (sí, es un poco rodeo pero no encontramos otro momento en la ruta para ir).
Al llegar al parking de la playa nos entretuvimos con un caballo que había en un prado y vino a saludarnos y lo estuvimos acariciando un rato. Realmente perdimos demasiado tiempo allí así que continuamos la ruta. El parking estaba lleno de furgocampers y gente instalada allí porque la Costa Quebrada y el entorno es precioso. Bajamos por un sendero y escaleras entre rocas hasta la hermosa playa de Somocuevas, una playa casi virgen y rodeada de acantilados digna de escenario de película.
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Playa de Somocuevas |
La verdad que la gente que vive en Cantabria me parece súper afortunada de tener esa maravilla de lugares naturales y paisajes tan salvajes y hermosos. Me quedaría aquí a vivir (aunque prefiero no imaginar como será un invierno).
En la ruta llevábamos otra playa anotada para visitar muy cerca de Somocuevas (que se puede visitar andando si te queda energía o tiempo) pero habíamos madrugado para surfear y estábamos muertos; nos dimos por satisfechos con visitar esta playa. Finalmente subimos al coche y regresamos a la posada atravesando de peno los Valles Pasiegos: hicimos una parada en Puente Viesgo y Ontaneda. Tenía el capricho de comprar dulces pasiegos allí y la verdad que aquel camino fue toda una expeciencia. El paisaje por el que circula la carretera es PRECIOSO, con ese bosque denso acompañado de la llovizna y las nubes bajas. Las vacas a pie de las carreteras con curvas, vistas increíbles a los montes, la vegetación invadiendo los caminos, ríos y pueblecitos escondidos por allí. Sin duda, fue uno de los lugares que más me sorprendieron de toda Cantabria
Estábamos relativamente cerca de la posada pero la carretera hacía un recorrido casi imposible (aunque precioso) y tardamos casi una hora más de lo previsto en volver por culpa de todo el rodeo. Paramos a comprar sobaos y quesada aunque tuvimos que prescindir del famoso helado de queso porque había una cola enorme. Después, por fin volvimos a nuestra queridísima y maravillosa posada a tomarnos nuestra rutinaria cerveza en el jardín, darnos una ducha y a descansar... ¡aún quedan unos días por delante!.
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