Alpes día 2: Annecy, la perla de los Alpes

No eran ni las 7 de la mañana de un Sábado de Abril y yo ya estaba despierta en cualquier gasolinera de Francia. Nadie nos atacó ni robó durante la noche en aquella gasolinera en medio de la nada. No había suficiente luz porque todavía no había amanecido por completo, pero el supermercado de la gasolinera estaba abierto y ya había gente, así que Iña y yo fuimos a por dos cafés, sin tan siquiera habernos quitado el pijama. Empieza a gustarme eso de andar por cualquier lugar en pijama como si fuera nuestra casa. 

El resto se fue levantando mientras Iña y yo nos tomamos el café planificando las horas de ruta que nos quedan, y en pocos minutos pusimos rumbo a nuestra primera parada, un pueblo precioso a los pies de los Alpes Franceses: Annecy. Nadie más desayuno y nadie se quitó el pijama. Recogieron las camas y siguieron durmiendo sentados en los asientos de la autocaravana con el cinturón puesto.

(ojo con este post, que viene cargado de fotos!!)


En un coche normal y corriente hubiéramos tardado solo 4 horas en llegar hasta Annecy, pero en este viaje aprendimos que para viajar en autocaravana, no hay que mirar el reloj. En teoría deberíamos estar a la hora de comer en el pueblecito, pero la teoría estaba muy lejos de la realidad.

El paisaje no era nada nuevo y el cielo estaba cubierto de nubes. Iña condujo durante dos horas por la autovía y yo fui de copiloto hasta la siguiente parada de descanso, en medio de la nada. Aprovechamos para darnos un buen homenaje de desayuno: tostadas con jamón y queso, mantequilla y mermelada... y otro café. Fuimos al 'baño' y a darnos una ducha en medio del campo, estirar un poco las piernas y volver a conducir. Solo en esta parada de descanso + desayuno (recoger, limpiar los platos, ducha, etc), perdimos más de 1 hora... pero ¿y qué?. Ahora era mi turno: me tocó estrenarme como conductora de autocaravana ¡y ahora me encanta conducir autocaravanas!


Cada vez las nubes del cielo se cerraban más, pero apenas cayeron unas gotas. Pasaron horas hasta que el paisaje empezó a cambiar y empezamos a ver el verde del interior de Francia. Todavía no había grandes montañas, pero el paisaje ya era muy bonito (aunque yo en mi cabeza, no paraba de compararlo con Cantabria y: 'Cantabria no tenía nada que envidiar a estas montañas verdes'). Bueno, eso por ahora...

De repente el color verde lo invadía todo y las montañas se perdían entre las nubes. Aquello era una maravilla y daba igual que no saliera el sol. El paisaje era tan bonito que ya creíamos estar cerca de Annecy, pero todavía nos quedaban 3 horas de camino (aunque ya llevábamos 3 horas conduciendo). De ahí que diga que la autocaravana hay que tomarla con mucha calma. Última parada de descanso muy express, donde aparqué la caravana, dejé el puesto de conductora y volví a observar por la ventanilla.


Entonces el GPS nos indicó que ya tocaba entrar a un pueblecito encantador lleno de casitas de revista, jardines muy cuidados y muchas flores de colores. Habíamos llegado a Annecy.

Y ahora nuestro siguiente problema: ¿Dónde se puede aparcar una autocaravana en un pueblo tan pequeño? continuamos la carretera Rue des Marquisats sin saber bien a dónde íbamos, hasta salir del pueblo. Llegamos a la Plage des Marquisats: aquí hay dos parkings y uno de ellos tiene 10 plazas para caravanas (Parking Colmyr), suministro de agua potable y vaciado de aguas negras (los pipis y cacas). Pero era demasiado bonito para ser verdad: estaba completo. ¿Cómo pueden haber tantas autocaravanas en un pueblo tan pequeño?. 

Justo detrás del parking había un camino poco transitado que se perdía por el bosque, así que decidimos esconder la autocaravana por ahí en medio. El camino era muy estrecho y yo me preguntaba cómo saldríamos de ahí después. Estaba lleno de carteles de 'prohibido autocaravanas', pero nos la jugamos, no nos quedaba otra. Además no éramos los únicos que se escondían por allí.

Estábamos a 20 minutos caminando del centro del pueblo, pero todo era tan terriblemente bonito, que a nadie se le ocurrió mirar el reloj. Desde ese camino por el bosque, las vistas a la montaña y el paseo por la orilla del lago. Todo esto ya era inolvidable y prometía mucho: el viaje no había hecho más que empezar.

Lac d'Annecy

Me parece un buen momento para hablar un poco de 'La Venecia de los Alpes, o La Perla de los Alpes': la ciudad más grande del departamento francés de la Alta Saboya. Los orígenes de Annecy se remontan a la época galo-romana, pero su casco antiguo pertenece a la Edad Media, la época de las dinastías de los Condes de Ginebra y Saboya, a la que también pertenecen el Castillo y el Palacio de la Isla.

Este pueblo medieval se encuentra al extremo de un lago enorme y precioso con el mismo nombre, muy cerca de Ginebra (Suiza) y está atravesada por el río Thiou y un par de canales. Es un lugar ideal para ir en cualquier época del año, siendo muy diferente cada estación. En verano se puede disfrutar del lago en le Pâquier, tomando un baño o practicando deportes acuáticos... el entorno es precioso. En cambio, la Navidad allí es de cuento, y durante el invierno también puedes practicar deportes de nieve en las mejores pistas de esquí de Francia.

Llegamos a las 16:30 hrs. (así como con 2 o 3 horas de retraso de lo previsto). Pero ya nos daba igual, porque lo único que queríamos era disfrutar de aquel lugar, sea la hora que sea. Nos metimos por la primera calle estrecha y peatonal que vimos (Rue de la Providence), porque estábamos deseando llegar al casco antiguo. Además era sábado y había mucho ambiente y vida comercial en el pueblo. Las calles estaban llenas de gente y nosotrxs solo nos dejamos llevar por la marabunta, porque no teníamos ni idea de dónde ir o qué ver. Solo queríamos pasear y dejarnos sorprender (eso va en contra de mis principios como guía turística que todo lo planifica, pero he de reconocer que fue una tarde inolvidable).

A partir de aquí comenzó el show de callecitas encantadoras con las casa de colores, torreones románicos y pasadizos sacados de un cuento infantil, ventanas de madera con flores, faroles antiguos, cafeterías decoradas con mucho gusto... . Ahora entiendo por qué Disneyland París es tan bonito. Todas las tiendas estaban abiertas y las calles eran ríos de gente. Los restaurantes de cocina francesa y las terrazas de los cafés estaban llenas; se notaba que era Sábado y nosotrxs encantados de ver tanto ambiente.

Sin embargo, conforme íbamos caminando por las calles, había tanta gente que nos fuimos dispersando, hasta acabar todos perdidos. Yo no paraba de hacer fotos, así que fui la primera en perderse y recorrer alguna callecita yo sola. Pero, igual que nos perdíamos, nos encontrábamos, y justo uno de esos encuentros fue en un puestecito de crepes... estábamos en Francia... y ya eran más de las 17:00 hrs. y no habíamos comido...

Nuestra primera degustación del viaje: un crepe francés

Qué lugar más acertado para reencontrarnos entre la gente. Lau y yo compartimos nuestros crepes: uno salado de jamón y queso con huevo, y otro dulce de Nutella para el postre. Y así comimos una merienda ligera, a media tarde.

Continuamos paseando por aquella calle llena de tiendecitas y restaurantes hasta llegar al río, y si todo esto nos parecía encantador, la zona del río ni siquiera parecía real. A pesar de estar la tarde gris, las calles estaban llenas de color gracias a sus flores. Esta era la parte más bonita del pueblo y desde aquí se llega a  Le Palais de l'Île (la típica foto postal de Annecy), aunque nos dejamos muchos rincones por ver. Annecy merece un día completo y nosotros solo le dedicamos media tarde. 

Pusimos rumbo de vuelta a la caravana bordeando el río, nos cruzamos con el Palacio de la Isla y llegamos al lago. El color turquesa del agua era precioso y además... ¿podía estar el agua más cristalina? no. No hacía ni una hora que habíamos merendado un crepe, pero se nos cruzó por el camino otra tentación. A orillas del río había una heladería sin mesas para sentarse, pero igualmente llena de gente. Eso nos hizo plantearnos si, quizás, merecía la pena probar ese helado. 

Entre toda la gente, observé una enorme variedad de helados en la vitrina y había un sabor que, con diferencia, se agotaba muy rápido: lavanda y miel. 'Debe ser la especialidad de la casa' pensé yo, y además... ¿helado de lavanda? ¿Dónde voy a probar eso sino es aquí?... ni lo dudé. Pedí un cucurucho de una bola rebosante de lavanda y miel por 3,5 €, y fue el segundo mejor helado de mi vida por detrás del de pistacho y chocolate blanco en Roma. No sé cómo explicar el sabor perfecto de ese helado... pero volvería a Annecy solo para volver a probarlo.



Con otro paseo por el lago volvimos a la caravana que seguía en medio del bosque. El parking de caravanas que por la mañana estaba completo, ya tenía plazas disponibles, así que fuimos a vaciar las aguas sucias y rellenamos con agua limpia. Salimos de allí y pusimos rumbo a nuestra próxima parada: Chamonix. La previsión era llegar de noche, porque además, queríamos hacer una parada a mitad de camino: Megève.

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