Después de un día tan nublado (aunque no llegó a llover), por la tarde se veían algunos claros en el cielo. Subimos a la caravana y ponemos rumbo a la siguiente parada: Megève, a una hora y media de Annecy.
La carretera bordea el Lago de Annecy y las nubes empezaron a levantar, así que el paisaje se veía precioso. A pesar de estar dos semanas de viaje, teníamos un itinerario tan apretado que lo pagó la siguiente visita a Megève (llegamos muy tarde y no pudimos disfrutar del pueblo). Pero, según como organices tu ruta, puedes parar en pequeños pueblecitos de camino, tan encantadores como Duingt y ver su castillo en el lago. Nosotros nos limitamos a verlo de paso por la carretera.
Aunque ya había empezado a atardecer, veíamos los primeros rayos de sol del día sobre el lago y los colores verdes y azul se veían preciosos. Esto es solo el principio de la cantidad de paisajes espectaculares que vamos a ver. Después, la carretera cruzaba un valle lleno de prados verdes, montaña y bosque. Al fondo, imponía muchísimo una enorme montaña blanca y llena de nieve que sobresalía y reflejaba los rayos de sol: nos acercábamos al techo de Europa: el Mont Blanc.
La luz del sol iba desapareciendo porque el valle empezaba a estrecharse: entramos en el Val d'Arly. La carretera de doble sentido también era cada vez más estrecha y se iba empinando. De repente estábamos en pleno bosque subiendo la montaña por unas carreteras casi imposibles y a orillas del río.
Tuvimos que parar porque no dábamos crédito a la maravilla natural que teníamos delante. Estaba anocheciendo y la luz era mínima, la carretera no se veía muy segura y parecía imposible conducir con esta pedazo de autocaravana, pero ese bosque y el sonido del río al anochecer era increíble e inolvidable. Son de esos momentos que retienes en la memoria y ya nunca olvidas: me repetía todo el tiempo: la aventura por los Alpes no hace más que empezar.
Finalmente llegamos a Megève completamente de noche. Aunque ya casi era la hora de cenar, solo queríamos hacer una parada rápida para ver el pueblo y continuar hasta nuestro objetivo final: Chamonix (y cenar allí tranquilamente). Efectivamente, solo vimos 15 minutos de pueblo. Fue una parada para el cigarro, estirar las piernas y pasar un poquito de frío caminando porque ¡era nuestra verdadera primera noche en los Alpes!
Iña y yo dimos una vuelta por la plaza del pueblo y vimos los escaparates de las tiendas, que estaban todas cerradas a esas horas. Megève es un pueblo de montaña muy pequeño pero encantador con mucha clase, porque aquí se encuentran algunas de las mejores pistas de esquí de los Alpes Franceses (ya que Megève ya se considera de Chamonix). El turismo de aquí está enfocado al esquí de lujo con hoteles carísimos 5* y tiendas exclusivas como Fusalp, Moncler o Rolex en pequeñas cabañitas alpinas de madera. Todo muy limpio y bien cuidado. Venía de vivir en Andorra y jamás pensé que diría esto, pero Andorra ahora me parece cutre! (así como si yo fuese millonaria).
Bueno, ya habíamos visto suficiente. Era la hora de cenar, hacía frío, todo estaba cerrado y nos quedaba una hora de camino hasta Chamonix... que por cierto; no llevo la cuenta de las horas que llevamos de camino desde que salimos de Andorra, pero prefiero no hacerla para no ser consciente del retraso que llevamos.
Tras la parada técnica en Mègeve, nuestros compañeros ya iban dormidos en sus asientos, excepto Iña y yo como siempre, que vamos vigilando todo el camino. La noche ya era cerrada y la carretera de un momento para otro se hizo completamente imposible. En plena oscuridad y entre un bosque muy denso, a penas alcanzábamos ver el camino con la luz de la caravana. Me preocupaba bastante lo estrecha que era la carretera y las curvas tan cerradas (suerte que a esas horas no había nadie en medio de la montaña). Iña iba asustado y con todos los sentidos puestos en el camino, y yo cagada de miedo. Y el camino subía y subía sin saber a dónde...
Por fin la luna se veía brillar y veíamos el cielo entre los árboles ¡ya estábamos en la cima de la montaña! pero... ¿a qué altura estábamos? a nuestros pies teníamos un valle a cientos (quizás miles) de metros bajo nosotros. En serio, no sé en qué momento subimos tantísima altura... y sin luz (que miedo pasé). ¿Ahora toca bajar a aquellos pueblos diminutos que se veían al fondo del valle? ¿Estaremos en el Mont Blanc y aquellos pueblos serán Chamonix? en fin, era demasiado tarde ya.
Las sorpresas que nos regalan los Alpes ya empiezan aquí y nos dejan con la boca abierta segundo tras segundo. Bajamos por la carretera con la autocaravana de aquella montaña inmensa y ya estábamos cerca de la civilización en medio de la oscuridad. En cuestión de minutos llegamos a una rotonda con un letrero bien iluminado que decía: Chamonix.
Y la nieve de la montaña del Mont Blanc brillaba entre toda la oscuridad de la noche. Allá arriba en la cima del techo de Europa, a casi 5000 metros de altura... resplandece un manto blanco y grueso de nieve virgen. Había nevado no hace mucho. Era tan impactante que tuve que despertar a todos mis compañeros para que observaran la inmensidad del Mont Blanc y su nieve virgen, porque el reflejo de la luna brillaba sobre la montaña, como si el Mont Blanc desprendiese su propia luz. Ya habíamos llegado a Chamonix, sobre las 12 de la noche y a pesar de la oscuridad, todo seguía siendo un espectáculo de la naturaleza.
Era hora de asentarnos en algún lugar para hacer noche. Como al día siguiente queríamos subir a esquiar, aparcamos la caravana cerca del sector de esquí (Argentiere, pasado unos kms de Chamonix), en un parking gratuito justo al lado del río. El río... ese sonido del agua que llevo escuchando cada noche desde que me fui a vivir a Andorra, y lo sigo escuchando aquí. No vemos el río por la oscuridad, pero lo seguimos escuchando ¿no es una maravilla?.
Nuestro segundo día de aventura no podía terminar sin una buena cena. Las comidas estaban tan bien organizadas por días, que tengo un gran recuerdo de ellas como se fuese el evento del día. Esa noche cenamos dentro de la caravana a las 12 de la noche, porque era muy tarde y hacía frío. Iña se curró los mejores espaguetis a la boloñesa que había probado nunca, lo prometo. Buscó la mejor receta en Internet y la practicó en casa antes del viaje para deleitarnos con este plato la noche de hoy. Le puse un 10 a la receta y me la traje a casa. Ahora es de mis comidas favoritas.
Entre que recogimos y limpiamos los platos se hizo tardísimo. Ya no estábamos para bromear. Al día siguiente queríamos esquiar y teníamos que 'madrugar' algo. Así que, sin poder asimilar todo lo que habíamos visto por el camino, nos fuimos a dormir del tirón.
► Alpes Franceses día 3: día de esquí en Chamonix ◄
No hay comentarios:
Publicar un comentario