Alpes: esquiando en Chamonix

Me desperté antes de que sonara el despertador. Bajé de nuestra cama-litera intentando no despertar a las chicas y me asomé desde la caravana para ver por primera vez los Alpes y el Mont Blanc con la luz del día... y aquel lugar era increíble. Contemplé el paisaje nublado durante minutos y me sentí muy afortunada de ver aquella maravilla de la naturaleza al despertar, con mis propios ojos. Quería que se parara el tiempo.

Desde la caravana se veía la aguja Aiguille du Midi (3842 m.) y la cima del Mont Blanc (4805 m.), desde la ventana del baño veía el bosque y desde la ventana de la cocina, el agua del río. ¿No es como un sueño?

Quise fotografiarlo todo mientras mis compañerxs de viaje se despertaban uno a uno. Después, montamos por primera vez la mesa portátil y las silletas para gozar de un desayuno de ensueño: a los pies de la montaña más alta de Europa. Preparamos el café mientras admirábamos las montañas, los bosques y la nieve... y es que cada momento de este viaje superaba el anterior. Este desayuno fue uno de esos momentos que se quedan congelados y nunca se olvidan... café calentito con unas tostadas de queso y mermelada. Quería parar el tiempo justo aquí, el esquí puede esperar.


Pero, por muy bucólico que fuera este momento, no podíamos perder más tiempo con el desayuno. Teníamos que prepararnos con la ropa de nieve y el material para esquiar en una de las mejores pistas de esquí del mundo ¡Chamonix!. 

Es cierto que fue el último día de la temporada y las pistas estaban a un cuarto de gas. Aun así los coches de esquiadores iban llegando al parking. Como nosotrxs, venían a despedirse de las últimas bajadas de la temporada. En cambio, Agus y Lau prefirieron irse a pasear por Chamonix.

Cogimos nuestros equipos de esquí y nos dirigimos directamente a una máquina expendedora de forfaits en el sector Les Grands Montets (Argentiere, Chamonix) en el telecabina de Plan Joran. Hasta que no lo tuve en la mano, no podría creer que yo, Andrea de Alicante, era una afortunada que pudo subir a esquiar a los Alpes. Lo digerí muy bien porque estoy 95% segura de que nunca voy a volver a esquiar en un lugar tan exclusivo como Chamonix. 


Fue superar una altura en el telecabina y el paisaje se cubrió de un manto blanco. Los árboles eran de hoja caduca y estaban pelados (muy diferente al paisaje de Andorra y Sierra Nevada ya ni te cuento). Era como estar en una película. 

Subimos a una altura de 1923 m. y las vistas hacia el valle de Chamonix (a 1000 metros de altura) eran como una caída en picado que imponía bastante, y así también son las pistas de esquí. En general predominan las pistas rojas y negras, y son bastante empinadas y muy largas. El 80% de las pistas que bajamos exigían bastante nivel, aunque observé que la gente aquí tenía el nivel bastante bueno: desde niñxs hasta gente de edad avanzada. Menos mal que veníamos bien entrenados de Andorra, porque fue una locura.  Consejos para esquiar por primera vez


Y si miras hacia el interior... sorpresa, era la primera vez que vi un glaciar en persona... y fue asombroso: la Mer de Glace (porque al glaciar de Argentiere que lo teníamos justo al lado, no pudimos llegar). Se me pone la piel de gallina cuando lo recuerdo. Ni siquiera recuerdo si hacía frío (juraría que no, porque no íbamos demasiado abrigados). Es increíble pensar que puedes esquiar en un paisaje así, entre las cumbres más altas de Europa y glaciares. Me quedé hipnotizada viendo esa maravilla, esa lengua de hielo enorme enganchada en los picos y que ocupaba el valle entero. Los glaciares son moles de hielo de color azul, gris o negro, pero en este caso, al estar cubierto de nieve, no pudimos ver los colores originales del glaciar. En la parte de abajo también se veía la inquietante morrena. 

¿Y qué es la morrena? es la parte de abajo de los glaciares donde se acumulan los sedimentos que arrastra la masa de hielo (los glaciares están vivos y se mueven, crujen y hacen unos ruidos ensordecedores). Son piedras, tierra, hielo, agua y todo lo que el glaciar pilla a su paso y va arrastrando durante siglos.  

Al fondo del paisaje gris se veía la cima del Mont Blanc mucho más de cerca que desde la caravana, pero una nube lo amenazaba con hacerlo desaparecer. Yo me imaginaba todo el tiempo que estaba haciendo un ascenso al Everest en telesilla 😜

Pero el tiempo se empezaba a poner bastante feo y tras una mañana intensa de esquí y paisajes grises de infarto, decidimos volver a la caravana, antes de que esos nubarrones nos quitaran toda la visibilidad.  

Una pista azul entre bosque y llena de gente nos bajaba cerca del río a muy pocos metros de nuestra caravana, pero el estado de pista era horrible y bastante peligroso. La nieve estaba pegajosa y medio deshecha, era muy irregular e incluso había pedruscos mezclados con la nieve. Tuvimos que bajar despacio y con mucha precaución, así que la última bajada se me hizo eterna (así como 900 metros de desnivel).

Menos mal que la caravana la teníamos justo ahí. Llegamos a la hora de comer, nos quitamos los esquís y lo limpiamos, descansamos nuestros pies y nos bebimos una cerveza mientras que veíamos cómo una nube cubrió toda la montaña y la pista de esquí por donde bajamos. Y entonces empezó a llover mucho... nos libramos por los pelos. 

Lau y Agus estaban paseando en Chamonix, así que nosotros aprovechamos para darnos una buena ducha de agua caliente en la caravana y ordenar aquella leonera. Como curiosidad, la calefacción de la caravana tenía tanta potencia como un secador de pelo y eso era perfecto para mi. 

El plan era recoger a Lau y Agus en Chamonix, aparcar la caravana y dar un paseo por el pueblo. Nadie se acordó que había que comer algo.

 Tarde de lluvia en Chamonix 

Día anterior: Megève (Alpes franceses) 

      

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